miércoles, 4 de enero de 2017

Püshipú (Palabrero)



A propósito de "Pütshipu" Los espacios geográficos como topología discreta donde se desarrolla la interculturalidad.

¿Qué hacer cuando los actores y
sucesos, conocimientos y tradiciones comienzan a desvanecerse en los recuerdos
que se entrañan en las arenas del pasado? Comencemos por desenterrar los
saberes populares y acontecimientos cotidianos de las gentes o aquellos hechos
o personajes que hayan intervenido para alterar lo habitual del transcurrir
diario. 


Respecto a la figura del pütshipú y su presencia en Maracaibo el antropólogo Nemesio Montiel
expresa, en entrevista que le realizáramos para el documental «El palabrero»
(2004), lo siguiente
:
El espacio en el que habitamos, santuario
de palabras, escriño de saberes, diálogo con los tiempos pasados y presentes,
terreno del devenir constante hacia el futuro, así podríamos definir las zonas
donde se asientan las poblaciones en las que los investigadores/realizadores
audiovisuales dirigen su interés en la investigación de lo social, en el que
tienen la necesidad de delimitar sus áreas de indagación debido a la riqueza de
posibilidades que se presentan como objetivos de examinar: los vínculos con el
entorno, los modos de producción, las alteraciones geográficas donde quedan
marcadas las relaciónes de clases, arraigos y desarraigos, tradiciones orales e
historias de vida, las pertenencias, etcétera. En síntesis diversos campos en
los que se desarrolla la geografía social, el Doctor Robert Hérin, refiriéndose
a esto señala: “El las definiciones que los sociólogos, los etnólogos y los
geógrafos proponen del espacio social, aparece frecuentemente la idea del nivel
de complejidad creciente relaciones sociedades-espacios: del espacio-soporte al
espacio de lo simbólico y de lo imaginario, pasando por el espacio producto o
factor social”(2006:60); de manera que allí permanecen anclados en el tiempo
los saberes populares, las tradiciones, aunque sus portadores puedan ser
trashumantes como en el caso de los palabreros wayú que acuden al llamado de las
familias en conflicto
cuya función es propiciar acuerdos de paz y evitar las guerras
que traigan desequilibrio en la zona de la Guajira. Instituciones sociales
ancestrales, lugares específicos reales o imaginarios tienen la valía del
símbolo o el signo en las que se sientan las estructuras culturales de las
diversas poblaciones, autóctonas o no, pero que hacen posible que el saber
tradicional mantenga la unidad de cuerpo social de determinado un grupo étnico. 


Respecto a la figura del pütshipú y su presencia en Maracaibo el
antropólogo Nemesio Montiel expresa, en entrevista que le realizáramos para el
documental «El palabrero» (2004), lo siguiente:
 El pütshipú….el palabrero wuayú esa figura tan
importante para nosotros, que trabaja siempre de manera desinteresada pero con
mucha firmeza para el bien del pueblo wuayú, para solucionar los problemas
entre familias y buscar la integración, la mejor integración armónica entre las
familias de la sociedad wuayú. Ese pütshipú que es un sabio, un conocedor de
todo lo que ha pasado en el tiempo, en las familias wuayú: los conflictos, las
fricciones; que le pasan toda esta información sus familiares de una generación
a otra, a través de la palabra, a través de la oralidad
... (Entrevista realizada para el documental "Pütshipú"



Estas observaciones dadas por los
antropólogos confirman lo que hemos señalado, pero además se puede de ellas
inferir que los espacios geográficos no son solamente sitios, lugares que
pueden ser descritos por sus accidentes naturales o no, son ante todo
oportunidades para la acción, para realizar actividades intelectuales de modo
sistemático con el propósito de investigar, aclarar que en
ellos se concentran multiplicidad de saberes, individuales y colectivos que van
dejando sus marcas sobre los suelos que pisan.
Huellas sobre los textos escritos por los
estudiosos de los procesos sociales, palabras acerca de los saberes, del goce
ante el entorno que en permanente estado de comunicación realizan los
habitantes de los espacios, con su originario sentido relacional con el pasado
y la mirada puesta en futuro, lo constituyen los datos recogidos por los
investigadores; los informantes que permanecen diluidos en los libros tienen la
misma condición humana de quien practica el rol de difusor, pero el papel de
este último es, en general, ejercido desde el dominio del «lenguaje científico,
culto». La ausencia física, la transmutación empalabrada del ser humano
depositario de los conocimientos ancestrales, 
constituye, de cierta manera, un problema axiológico: sin presencia del
cuerpo, del rostro, de los movimientos en el espacio  los desconocemos sensualmente, y nos
preguntamos: ¿realmente existen?¿cómo son?¿cuál es el espacio donde viven?
¿cómo ríen, aman y odian?
Reclamamos, ante nuestra ignorancia al
menos algunas fotografías, dibujos, aproximaciones visuales, sobre todo porque
estamos en un momento histórico de la imagen, que por lo demás siempre ha sido
un aspiración del hombre desde su más remota antigüedad, la representación de
ellos y sus actividades, con fines diversos de acuerdo a los estados evolutivos
de los grupos sociales. Testimonio de esto lo constituyen las manifestaciones
del arte rupestre encontrados en diversas cuevas, del llamado pasado
prehistórico (creemos que la historia comienza con el hombre mismo) o en los
grabados de los petroglifos muchos de ellos incomprensibles para nuestro estado
actual de desarrollo. Las ciencias antropológicas han acompañado, desde sus
inicios, las descripciones sobre grupos humanos con dibujos, pinturas, y a partir
del siglo XIX occidental con fotografías, filmaciones cinematográficas y en la
actualidad con los registros videográficos y su compilación en los hipermedia.